Robbie Williams Doc

308: El documental de Robbie Williams

Pensé que sería bueno hablar de Robbie Williams rápidamente en el podcast. 

Terminé de verme el documental de Robbie Williams y no pude evitar recordar que cuando fui a entrevistarlo a Argentina por invitación de EMI Music para la emisora La W – estaba lanzando un grandes éxitos del que se estaba promoviendo una canción llamada ‘Misunderstood’. Eso fue un 24 de noviembre.

En la mañana había hablado largo y tendido con Mario Pergolini, el reconocido disc-jockey, y se había enamorado perdidamente de la argentina Nicole Neuman, a quien pidió que Pergolini llamara para conectar con ella de alguna forma. Neuman estaba en una filmación de Fashion TV en Sudáfrica, pero atendió amablemente el teléfono unos minutos. 

Yo había estado en esa radio ese día porque recién el Grupo PRISA estaba operando desde Buenos Aires y me prestaron un estudio desde donde me podía conectar con Julio Sánchez Cristo en las mañanas. Al llegar Williams a la cabina de Pergolini recuerdo el estudio lleno de humo – todavía se podía fumar en los estudios en Buenos Aires en aquella época – y gran parte de la fumarola era del músico británico, un reconocido fumador y tabaquista crónico. 

El trailer del documental de Robbie Williams en Netflix

Me sorprendió que en las varias paradas mediáticas que hizo Williams en la gira de medios que lo llevaba a Buenos Aires, no hubiera una sola mención de Guy Chambers, quien había sido una especie de amuleto musical para el famoso primer desertor de Take That.

Williams sufrió duramente su salida del la famosa boy band, un acto que parecía en el momento en que sucedió imperdonable para sus fans. Y de no ser por la pluma y la conducción magistral de Chambers, su salida del grupo, una acción resentida y envidiosa dirigida a bombardear la carrera de Gary Barlow, habría sido un fracaso rotundo. 

El nuevo álbum de Robbie Williams, ‘VISIONS, PT. 1’, con su proyecto electrónico Lutfthaus

Pero resultó que Williams y Chambers hicieron una dupla muy similar en mi opinión a la que lograron en su momento Elton John y Bernie Taupin. Obviamente no con la misma cantidad de éxitos al final de su relación, pero sí con un éxito similar en Reino Unido. 

Y en general, el cascarón de ego de Williams – veneradísimo por figuras como Damon Alban de Blur y Liam Gallagher de Oasis – sirvió para confeccionar una personalidad blindadísima de toda crítica, de todo odio, de toda reserva que se tuviera sobre su talento o su capacidad para superar la salida de Take That. 

Fue tan poderoso ese escudo, que fue su mayor herramienta de mercadeo. El ego del pop británico se embarcó en una cruzada contra su grupo, soltando la lengua con mayor desfachatez que cualquiera de sus colegas, incluyendo a los Gallagher, se habían atrevido. 

Y con una herramienta que apenas en ese momento se estaba entendiendo como lo que es para el documental: el vídeo casero, en la mayoría de las ocasiones filmado por Guy, y que es el pegamento narrativo del documental: centenares de horas filmando a Williams en sus mejores y peores momentos. 

Pero me fui por otro lado y es que de todos modos, cuando nos reunieron en un amplio salón del hotel Hilton de Buenos Aires a alrededor de 8 o 10 periodistas desde México hasta Brasil, no escatimaron en hacernos sentir como si nos fuéramos a sentar con la realeza del pop británico.

Un candelabro enorme y lleno de brillantes refulgía sobre el cristal de una mesa redonda grande y brillante en todo el centro de la sala. A la derecha, cortinas de palacio yacían impolutas e impávidas ante la abrasadora tarde argentina, que disparaba rayos infernales de calor en el verano, sin que esto impidiera que tras los gruesos ventanales se escucharan los gritos desesperados de centenares que chicas que, de no ser por lo caótico del ruido, parecían organizadas por su propio management, por la disquera, para dar esta impresión.

A la izquierda una escalera en caracol grande y lujosa esperaba el descenso del ego más grande del pop, quien bajó con lentitud principesca  con un paquete de cigarillos Marlboro rojo en su mano izquierda y un Faso ya encendido a mitad de camino. 

Con unos tenis Adidas superar, como los de run dmc y la mirada intensa y penetrante, avanzó hacia el grupo de periodistas. A última hora, nos pidieron guardar las grabadoras. “Solo hará prensa”, dijo el manager, con un tono soberbio e insoportable.

Williams, como para reforzar su presencia enorme de pop, se asomó a la ventana y abrió de par en par, extendiendo sus brazos ante el enorme grito de la turba histérica, y absorbiendo el poder adictivo de un público adorador, como un pastor evangélico, o como un dictador.

Unos minutos después del mórbido espectáculo, Se giró con las pupilas dilatadas y la sonrisa socarrona de pelaíto travieso del colegio al que le perdonaban las cagadas porque era lindo. Caminó hacia la mesa redonda y se hizo a mi lado izquierdo, donde a pesar de que nos dijeron que apagara la grabadora, puse la mía, y le di récord. 

Williams me miró y sacó un cigarrillo. Lo encendió y señaló al periodista a su izquierda. Me dio la peor mano de la partida, ya que según el orden de los allí presentes, yo sería el último en preguntar.

Comenzó la pequeña rueda de prensa y Williams empezó a elaborar respuestas, todas muy consecuentes y bien organizadas. Qué te parece Argentina, sí te vas a casar con Nicole Neuman, es verdad que te vas a ver con el Diego, qué significa tu nueva canción, cuéntanos sobre rock DJ, crees que vas a volver a hacer otro Angels…

Luego de unos 15 o 20 minutos – los periodistas aprovechaban sus minutos para hacer dos o tres preguntas, me tocó a mi. 

“¿Por qué echó a Guy?” Le pregunté. 

Se quedó mirándome. Apagó el cigarrillo y sacó otro Marlboro – se fumó 10 en 20 minutos. Mientras desenfundaba el Pucho y se lo metía a la boca, cruzó las piernas y me dijo: “porque solo hay espacio para una estrella”. Inhaló profundamente el humo a los pulmones, se echó contra la silla, abrió los brazos en el aire, me sonrió y dijo: “y esa estrella soy yo.” 

Escuche más episodios